Foto: Flickr / Ronn Tan |
Pero cada vez compruebo, por experiencia propia, con mis hijos y en ejemplos que veo en otras familias, que claro que no es así, que lo que le decimos a nuestros niños o niñas en los que tenemos influencia (nietos, sobrinos, alumnos, etc.) sí causa un impacto y a veces más profundo que el que esperaríamos.
Me tocó hace poco ver un ejemplo de esto. Una familia que a sus nietos/sobrinos les dice cosas como que "ah, qué güerita, qué linda", etc. y refiriéndose a las personas con tez morena con comentarios que llegan a los discriminatorios, como "parece frijolito" o simplemente no tomándolos en cuenta. Misma situación con cuestiones de peso: delgado es bonito, es bueno, es lo mejor del mundo, pasado de peso es feo, es malo, es lo más indeseable en una persona. Para hacer más compleja la cosa, por supuesto que siempre están compitiendo por "¿a quién quieres más, a tu tía Fulanita o a Menganita?, ¿a tu tío Mengano o a tu tío Perengano?"
Pareciera algo tan irrelevante y superficial, es cierto, pero comentarios como ése por supuesto que causan en los niños una profunda inseguridad. En primer lugar, les estás diciendo que hay personas mejores o peores que otras según como se vean y no por sus cualidades y acciones. Además, que es normal o deseable tener un favoritismo en el cariño hacia x persona de tu familia y a tratarlos diferente también acorde a esto.
Me parece triste y más porque esa familia del ejemplo no se da cuenta de lo que hace ni en el corto ni en el largo plazo. Que quizá esos niños tengan trastornos de la alimentación a futuro al considerar que tener kilos de más es malo e indeseable. Que tal vez alguno de esos niños se sienta con menor valía por el simple hecho de tener cierto tono de piel.
Pero creo que quienes tratamos (al menos tratar) de mantener lo más equilibrada posible la estabilidad emocional de nuestros hijos/sobrinos/alumnos bien haremos en tratar de aprender en cabeza ajena y vigilar qué le decimos a nuestros niños. Tanto en el sentido positivo (¡eres muy lista/o! ¡qué buena/o para las matemáticas eres!) como lo negativo (¡tonto/a! ¿cómo que no entiendes las sumas?) sí afecta a nuestros niños, sí les hace mella, sí los va convenciendo de que tenemos razón. Y entonces, esas frases que lanzamos al aire tan sin pensar se convierten en realidad.
Por eso, cuidado con lo que le dices a los niños en momentos de enojo o de "juego", porque sí puede cambiar su visión de sí mismos y por lo tanto, la forma en que dejarán huella en la vida.
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