miércoles, diciembre 16, 2009

Cómo sobrevivir al caos sin volverse loco

18th Aug: Cahill CrazinessImage by scribbletaylor via Flickr
Es un hecho, parece que a todos nos persigue el caos. En principio de cuentas, estamos en el país donde el caos hizo su 'nido' prácticamente, donde infectó a muchos, muchos mexicanos peor que cualquier virus AH1N1.

Para que Salvador Dalí dijera "De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas", el famoso pintor debió seguramente notar el caos que corre por nuestras venas, que a veces nos atrapa incluso a aquellos que intentamos por todos los medios huir de él.

En mi caso, a veces me parece que algún duende malicioso me acecha para hacer que las cosas salgan de la peor manera posible o al menos, de la más angustiosa y estresante en el momento que menos me imagino.

Hoy tuve un momento de esos. Todo se combinó: una niña a la que le gusta mover el pasador de la puerta, el olvido de unas llaves y una salida rápida al jardín en lo que el bebé tomaba leche sentado en su sillita.

Bastaron menos de 10 segundos para que mi hija (quien estaba en el jardín) y yo (que salí a recoger algo ahí) nos quedáramos AFUERA cuando Leo se paró sorpresivamente y cerró la puerta, la cual 5 minutos antes yo tenía sin pasador (de eso estoy segura, así la tuve toda la mañana porque mi hija entra y sale del jardín) pero que de alguna manera se cerró ("alguna manera" entiéndase a Michelle jugando con la puerta).

Cuando vimos, Leo se había quedado solo ADENTRO. Si buscan la definición de "histeria" en el diccionario verán mi cara y mi susto en el momento que entendí que la perilla NO iba a abrir.

Pues ahí me tienen corriendo con la vecina, pidiéndole un cable, pasadores, un cuchillo, algo con lo cual abrir la puerta. Pues no abría. Mi segunda solución fue llamar a unos amigos cercanos que tienen unas llaves de repuesto, para lo cual otra vez la vecina ayudó prestando su celular. Pues bien, afortunadamente sí había alguien en casa de mis amigos, Luck, a quien de cariño le decimos sobrino mi marido y yo y mis hijos primo, quien buenísima onda se puso a buscar las llaves (no estaba seguro de dónde estaban guardadas) para luego dirigirse a mi casa.

Pero mientras, por supuesto, ya habían pasado como 15 minutos y Leo no hacía ruido. Claro, tengo todo colocado de modo que no se suba a lugares peligrosos, ni esté cerca de la ventana (con unos libreros estratégicamente colocados), etc. Pues ni modo, tuve que hacerle a la 'Hooligan' y romper la ventana del frente (que, como les digo, tiene muebles cubriéndola) y ver entre la rendija que queda entre éstos qué hacía: el bendito estaba comiéndose un pan que le había dejado, sentado otra vez muy a gusto (¡no saben el alivio que sentí!).

Como pude moví un par de obstáculos que impiden que se meta junto a la ventana y lo llamé, lo tomé de los brazos entre las rejas de la ventana y lo alzé para que no pisara los vidrios rotos, y lo sostuve ahí, entre sentado en la parte superior de la ventana (los vidrios estaban en el piso) y mis brazos. No podía sacarlo porque no había suficiente espacio entre los barrotes, pero al menos sí tenerlo cerca y totalmente seguro. ¡Qué lío!

Finalmente Luck llegó, con cerca de 5 juegos de llaves, tomó las más parecidas (que yo elegí) y finalmente abrió la puerta.

Así que, conclusión, estoy definitivamente pensando en escribir un libro con el título de este post, ejemplos como ése me sobran (algunos provocados por mí, otros por conjunción de factores, otros porque alguien más lo provoca). Claro, este caso ha dejado de lección que ahora, de forma permanente, las llaves estén en el bolsillo de mi pantalón o en mi mano, así esté parada JUNTO a la puerta. Pero al final creo que la mejor manera de lidiar con este tipo de cosas es: no paralizarse mientras las cosas están saliendo mal y reírse (como con este post) cuando ya todo pasó.
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